¿Quiénes somos? ¿Por qué somos como somos? ¿Qué nos hace diferentes? ¿O qué nos define como individuos?
Las respuestas se siguen buscando, y en el camino se siguen generando más preguntas, que tal vez las próximas generaciones formulen o respondan.
Mientras tanto, tal parece que hablar, escribir, crear, opinar, comportarse, relacionarse, pudieran ser acciones que pierdan espontaneidad y autenticidad ante la exigencia moderna de ser “políticamente correcto”.
A propósito de esto, se han creado movimientos, causas o iniciativas que buscan reivindicar la equidad, cayendo, lamentablemente, en la exclusión.
Buscamos afanosamente etiquetar, incluir y agrupar en comunidades la raza, el color de piel, los géneros, los gustos y causas comunes, que no alcanzamos a darnos cuenta de que tanto la diversidad como la particularidad de cada individuo nos ofrece la oportunidad de convivir y desaprovechamos esta coyuntura para respetar la diversidad.
Ciertamente, las investigaciones antropológicas, geográficas, de conducta sexual y de toda índole han permeado en cada etapa de la humanidad y han aterrizado, en algunos casos, en cada sociedad, como legislaciones que buscan dignificar a estas comunidades. Pero falta mucho, ya que cada individuo lucha porque se respete su derecho a disentir, a ser y a pensar diferente.
Bajo estas premisas se inscribe el documental “YO SOY DON RAFA”.
Don Rafa es casi analfabeta, vive en una zona marginal de un municipio circundante a la ciudad de Xalapa, en las altas montañas del estado de Veracruz, en México. Sobrevive día a día como parte de una actividad económica considerada por el grueso de la población como “trabajo de pobres”, remotamente podría saber del movimiento “#MeToo”, tal vez nunca haya oído hablar de Harvey Milk y su lucha por los derechos de los homosexuales o de las pioneras investigaciones sobre sexualidad humana de Alfred C. Kinsey.
Aun así, Don Rafa es un ser humano particularmente excepcional, cuya filosofía de vida se resume en levantarse cada día a luchar y a sobreponerse a los golpes de la vida con un entusiasmo y una dignidad que ya quisiera cualquiera de nosotros.
Es tan universal su cosmovisión y tan auténtica que podría estarla viviendo simultáneamente otro ser humano en cualquier parte de Latinoamérica o del mundo.
YO SOY DON RAFA nos enseña que a veces el conocimiento y la necesidad urgente de tratar de encajar en algo no ayudan a vivir plenamente y nos impiden sanar y a levantarnos con dignidad y darnos cuenta de que, como diría Antonio Machado, “se hace camino al andar”.