El amor de verano es ese que te queda impregnado en el cuerpo. Que te quema la piel y te arde de noche y de día. Es ese polvo que empieza en enero y dura todo el año. Es amanecer no saber dónde y en los brazos de un delicioso desconocido en un motel de Rio de Janeiro frente al mar. Porque amar en verano es para los necesitados, para los que sobrevuelan las playas como gaviotas desesperadas por comer. Es vivir embriagado de los cuerpos sudorosos y firmes de las playas de Rio. Respirar ese aire denso, denso como un caldo calentado y recalentado una y otra vez, una mezcla deliciosa de vegetación, maracuyá y sudor. Amar en Rio de Janeiro es no poder dejar de mirar y mirar las formas de la maravillosa ciudad, tan embriagante. Morros, plantas, frutas, bultos, más bultos, hombres que huelen a hombre, penes, penes gordos y gruesos que quieren saltar fuera del bañador.